lunes, 23 de noviembre de 2009

Una Mirada Escondida



Una mirada escondida decía la niña, ¿será que estas soñando? Respondió su hermana, no lo sueño ahí está, siempre nos ha llamado la atención saber que Papá estaba presente en cada lugar en el que estábamos, de algún modo nos protegía.
El había muerto cuando yo tenía dos años, mamá siempre decía que éramos su tesoro, el era ministro del Rey por eso siempre entrabamos al palacio de Tordesillas, habían muchos jardines según recuerdo y al atardecer solíamos visitar el taller de don diego, era el pintor de la casa real, y nuestro padre siempre desconfío de él, decía que veía mas de lo que debía y hablaba menos de lo que podía, pero nosotras teníamos cercanía hacia él, nos gustaba la forma en que pintaba, la manera de mezclar los colores.
Dos años después de la muerte de nuestro padre, asistimos a un banquete en el palacio del Escorial, nuestra madre no pudo evitar el pedir a don diego si tendría a bien poder retratarnos a mí y a mis hermanas, don diego caviló por unos instantes, y dijo, “ No sé si me sea propio mi señora acceder a vuestra petición, ya que en vida siempre supe de los no muy buenos afectos de su esposo hacia su servidor, más me tiene contrariado su extraño proceder” mamá contestó, “No se turbe vuestra paz mi señor, pues un deseo de mis hijas es el que vengo a solicitar, ya que cuando más niñas, cerca al palacio de Tordesillas, sus buenas artes siempre supieron apreciar, y hoy mucho más mozas que hace dos años, sus deseos me son mas difíciles de colmar”
Don Diego después de tanto pique y contra pique no tuvo más que aceptar tal propuesta, más para salirse con la suya un deseo de secreta venganza corroía sus entrañas, y pidió como única condición ser el mismo retratado en aquel lienzo para así de alguna manera extraña, estar cerca y lejos de las niñas de su supuesto envenenador ante la corte.
Mamá accedió, pero siempre nos decía, vuestro padre aún de muerto os cuidará, y ya lo veréis que donde no lo esperan aparecerá.
Y es ésta la historia que hoy os cuento, que a la luz de la verdad nada tiene de cuento, pues allí atrás donde se pierden unos pasos, papá con mirada vigilante y ojos puntiagudos, veía con encono o tal vez con cierto enojo, como sus niñas eran retratadas por aquél de quién él desconfiaba.
Pero para no salir del meollo, apareció ante mis ojos con asombro, pues ni don diego, supo explicar porque lo puso ahí, sólo decía al responder a los curiosos, “No lo vi, no lo pensé, pero ahí está y no lo pinté”

César León Quillas
e-mail: cesar_leon@economistas.com
Economía – Universidad de San Marcos
Lima - Perú
Instituto de Libre Empresa
www.ileperu.org

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